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Joya sudcaliforniana con corazón francés

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La historia de esta pequeña ciudad, tesoro escondido de la Baja California, es tan peculiar como su ubicación: en el desierto, frente al mar de Cortés y rodeada de montañas. Te invitamos a descubrir cómo, desde su origen, estaba predestinada a ser única.

Santa Rosalía nace en la segunda mitad del siglo XIX, cuando la compañía francesa El Boleo se establece en la región para extraer un prometedor yacimiento de cobre.

A partir de ese momento y hasta mediados del siglo XX, se convertiría en una de las localidades mineras más importantes, y prósperas, de México.

El asentamiento misional de Mulegé

Vale la pena mencionar la influencia de las misiones jesuitas en la región; las cuales surgieron en el siglo XVII como respuesta al temor que las autoridades novohispanas sintieron sobre una posible invasión del sur de California por los enemigos de la Corona


En consecuencia, el virreinato financió una expedición acompañada de misioneros jesuitas, la cual arribó a La Paz en 1683. Sin embargo, la colonización fracasó; pero la experiencia motivó a los misioneros, encabezados por el padre Kino, a perseverar.

※※※※ Por ello, en 1697 desembarcaron en lo que hoy conocemos como Loreto e iniciaron su labor de evangelización. En 1705, el padre Juan Manuel Basaldúa fundaría, a 135 kilómetros al norte, la Misión Santa Rosalía de Mulegé. ※※※※

 

Un poblado se transforma en la Francia sudcaliforniana

Para el año de 1885, el entonces presidente de México, Porfirio Díaz, otorga una concesión minera a la Compañía El Boleo, para instalar una planta industrial que permitiera la extracción de cobre. 

La empresa, de origen francés, se afinca en el poblado y requiere de infraestructura para sus nuevos habitantes: directivos del país galo, empleados, trabajadores y sus familias. En poco tiempo se construyen inmuebles con un estilo arquitectónico francés: la iglesia de Santa Bárbara, diseñada por Gustavo Eiffel e importada de Europa; una escuela (que aún existe); el hospital, un teatro y dos hoteles. No podía faltar la panadería, que hoy es patrimonio culinario de la ciudad. ※※※※

La región tiene un nuevo rostro

Es así como la naciente urbe va tomando forma en los últimos años del siglo XIX y se estructura en dos partes: la Mesa México, donde se establece la comunidad de mexicanos; y la Mesa Francia, donde se afianzan las residencias de los directivos y técnicos galos.

Inmediatamente, lo que era un poblado se transforma en una urbe moderna. De hecho, Santa Rosalía fue la segunda ciudad en el país que contó con energía eléctrica; y no solo eso, también dispuso de línea telefónica y ostentó el uso de la tecnología más avanzada del mundo para la explotación minera.

Un crisol de identidades

En la recién conformada urbe confluyeron mexicanos de diferentes estados: yaquis de Sonora, trabajadores de Sinaloa y también del norte de la península. Asimismo, todos convivieron no solo con franceses, sino con italianos, estadounidenses, alemanes y chinos que emigraron a la ciudad.

※  Por lo anterior, Santa Rosalía se convierte en la ciudad más cosmopolita y diversa del noroeste de México.

Es interesante mencionar que, en la actualidad, los sudcalifornianos se refieren a la ciudad como era conocida antes de la llegada de los galos: Cachanía. Este apelativo proviene de la cachanilla, una planta nativa característica de la región. Su nombre actual, Santa Rosalía, apenas lo obtuvo en 1910, rebautizada así por los franceses. ※※※※

El legado de los cachanías

La ciudad vivió un auge económico sin precedentes por más de medio siglo; no obstante, al agotarse los yacimientos de la mina, la empresa francesa cerró sus operaciones en 1954. 

A pesar de esto, El Boleo dejó un importante patrimonio arquitectónico que incluye el Palacio, Museo Histórico, Panadería Boleo, Casa de la Cultura antigua Tienda de raya, Biblioteca Mahatma Gandhi y el Hotel Francés.

Hoy en día, el turismo es una de las principales actividades productivas de la ciudad; ya que el toque francés de los edificios, monumentos y calles atrae a un sinfín de visitantes. 

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